Al salir el alba
voy a tu encuentro,
y allí estas a la espera
como todos los días.
Tus cabellos blancos
se asoman de entre
las mantas.
Me siento a tu costado
y te regalo una caricia,
me sonríes con tu
llanto nervioso.
Dispongo a
levantarte.
Con mis manos tomo tus pies
Y te coloco las zapatillas,
que no son de cristal.
Pero,
tú sí eres
la cenicienta que
me toco cuidar.
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