“De
pronto me vi allí,
al
pie de la montaña,
fumando
el último cigarrillo.
Y sin
mirar atrás
me
eché andar cuesta arriba.
Iban
mis pasos dejando huellas por el camino,
una
sombra que me acompañaba,
esa
que nunca me ha dejado.
Subí
sin parar.
Respirar
se hacía más difícil,
un
nudo en la garganta que ahogaba,
los
ojos se nublaron,
y
estallaron lágrimas con sabor a sal,
los
recuerdos que añoraba se hicieron presente.
Quería
virar y volver.
Paré,
Respiré,
Y tomé fuerzas.
Seguí
con
pasos pesados,
que
con cada empuje se hacían más livianos.
Seguí,
Dejé,
y solté.
Sí, solté todo aquello que me hacia peso.
Seguí,
Llegué.
Y al
ver todo desde la cima,
comprendí
que,
soltar
te hace libre para volar”.
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